Clara de huevo

 

Autora: Lilí Muñoz
Ilustraciones: Elva Elissetche
Año: 2001
 

 


 

Lili Muñoz ha construido con la imaginación y la fantasía que le conocemos desde hace ya largo tiempo, una temática que refleja nuestra realidad. Esa realidad que a veces no alcanzamos a comprender. La autora nos la presenta a través de varios personajes que se deslizan desde la narrativa de Clara de Huevo. Uno de ellos, Lisar, nos conmueve: es un Lisar que emerge de otra época, "soy Lisar, un prehistórico, por no decir un protohistórico.

El libro y sus relatos nos confronta con nuestra realidad cibernética: un mundo invadido de nuevas técnicas. Pero ahí está Lisar, con su hermosísima sencillez, su vocabulario infantil, un tanto tirado de la ingenuidad de aquel otro niño de la literatura universal que pedía: "¡dessine-moi un mouton!", "¡dibújame un corderito!.

Clara de Huevo recuerda nuestras propias raíces, nos retrotrae a la visión y vivencias de la infancia, un tanto olvidada, ésa de las yapas en el almacén, de los bordados de nuestras abuelas, del punto cruz en tela de arpillera. Nos introduce en la magia de la frase sonora y coloreada. A veces "el azul encielado" toma las connotaciones de un lugar geográfico, "un lago del sur"; otras, el color sustantival nos traslada a diferentes espacios, como la evocación de los jacarandás o del amancay. El lenguaje de los relatos delimita el movimiento: "la ciudad que sube y que baja" y también el ritmo que surge de la repetición de derivados verbales: "tejedora, tejendera" o bien la cadencia y el sabor de los sustantivos tomados del habla coloquial, "puchos, puchitos..." ¿Historias para niños? Historias míticas, historias de la humanidad... Las voces de las literaturas orientales se filtran en la simbología del tapiz; las siete colinas de Victoria remiten a la historia de Roma, ciudad sobre siete colinas; el encuentro de Jesús Miguel con el mundo adulto trae también la primera decepción, la pérdida del barrilete.

Clara de Huevo, ¿sin proponérselo? nos introduce en la pureza del lenguaje telúrico y universal a la vez, el primigenio, aquél que anida en nuestros corazones, retrotrayéndonos a los orígenes en comunión sagrada con la tierra. ” (Texto extraído de la contratapa del libro)

Decir Lilí Muñoz es decir inquietud, entusiasmo, creatividad, disposición para el quehacer literario.

He tenido la oportunidad de conocerla en dos facetas profesionales más allá de la escritora. Como supervisora del Área Lengua y Literatura, su labor me hizo cambiar la imagen tradicional de una supervisora. Fueron años en que nos reuníamos docentes de toda la provincia, intercambiamos tareas y talleres, pero con la particularidad de saber que la supervisora que nos convocaba no estaba preocupada por el control sino todo lo contrario y todo lo imprescindible, estaba ocupada en la distribución equitativa del conocimiento y la comunicación.

En segundo lugar, pude compartir estudios y escuchar su tesis de maestría sobre la literatura, la oralidad y la comarca. Fue notable que tanto el jurado como  las que integrábamos el público, nos sentimos contagiados por su pasión literaria y en particular por la literatura enraizada, patagónica y protagónica, la literatura que se expone y se expande desde lo íntimo.

Esto nos habla de dos aspectos de su personalidad: su benéfica 'adicción' en dos direcciones, hacia la tarea académica y hacia la turbulencia positiva que genera lo literario en todas sus formas.

Hoy nos encontramos ante un libro de colores, que nos captura desde la calidad de su organización espacial y desde su contenido cálidamente poético; CLARA DE HUEVO. En seguida escucharemos el significado sugestivo de este título. Sólo quiero leer dos fragmentos.

El primero revela la sencillez poetizada de lo cotidiano en el capítulo III de Negrita en el Jardín Pañuelo:

"Las mariposas tempraneras desayunan entre los tréboles con flores rosadas y amarillas.

Me acuerdo de tu mirada verdemar con pintitas doradas. A vos te gustaba perseguir mariposas. Pero se te escapaban tanto como se te escapaban los gorriones.

Te subías -como Ariel ahora- por el tronco del viejo granado, ese que trajimos desde Cutral- Có y desde allí ¡zas! Con un salto de los tuyos, derechito al techo de la casa ¡a tratar de cazar lo que sea! Casi siempre nada. No te enojés Piré, así son las cosas, no siempre logramos lo que deseamos. Pero nos divertimos ¿no?"

Y antes de leer el segundo me parece apropiado decir que Lilí Muñoz en este trabajo hace, procesa lo que Jorge Larrosa denomina: “La libertad  de tomar la palabra. Sólo la ruptura de lo ya dicho y del decir como está mandado hace que el lenguaje hable, nos deja hablar, nos deja pronunciar nuestra propia palabra.

Porque la palabra que se toma no se toma porque se sabe, sino porque se quiere, porque se desea, porque se ama. Al tomar la palabra no se sabe lo que se quiere decir. Pero se sabe lo que se quiere: decir.

La palabra que se toma es imprevista, imprevisible, escapa a cualquier voluntad y a cualquier dominio, es siempre sorprendente. Por eso la libertad de tomar la palabra no debe ser entendida como poder o  como propiedad sino como una apertura hacia lo nuevo y hacia lo desconocido.”

 Y ahora el segundo fragmento que tiene la fuerza de lo sintético y personal.

"Negrita: esta carta es para vos y para quien esté leyendo. Claro que nunca la leerás así, como está escrita. Pero es que vos ya la leiste, cuando nos mirábamos, los últimos días de agosto. Vos sabés que los seres humanos,  o por lo menos algunos humanos, solemos utilizar la palabra en el papel, escritura le decimos, para no explotar, para no desintegrarnos, para seguir".

 

Reseña: Nora Mantelli

 

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Lilí Muñoz: Argentina

Nació en Victoria, Provincia de Entre Ríos. Vive y trabaja en la Patagonia. Ha publicado narrativa, poesía y ensayo. Es profesora de Letras recibida en el Instituto Nacional de Profesorado de Paraná y la Universidad Nacional del Comahue y Especialista en Didáctica por la UBA

 

Elva Elissetche: Argentina, nacida en Neuquen

Egresó del Instituto Beato Angélico  de la ciudad de Buenos Aires. Fue becaria del Fondo Nacional de las Artes  en la Escuela Superior de Artes Plásticas de la Universidad Nacional de Cuyo, en Mendoza. Se perfeccionó en dibujo en el taller de Aída Carballo, y en cerámica con Vilma Carballo, ambos en Buenos Aires.

Entre los premios obtenidos en los últimos años se destacan  el Primer premio en Cerámica  y el Tercero en Pintura, en la V Bienal Patagónica, en 1983;  Primer Premio en Cerámica, pequeño tamaño, en el primer Salón de Artes Plásticas, CTI Fundación Abriendo Surcos en Arte, Capital Federal, 1996; Tercer Premio en Dibujo, Fundación Bco. Provincia del Neuquén, 1999. Ha realizado exposiciones individuales en Neuquén, Río Negro, Buenos Aires, y en la Capital Federal, así como  exposiciones colectivas en Neuquén, Río Negro, Buenos Aires, La Pampa, Mendoza, Capital Federal y Santa Cruz.

 

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