Con "El turno del escriba" dos escritoras argentinas ganaron el VIII Premio

Alfaguara

 
 

 

Martes 1 de Marzo de 2005

 
 

Las reconocidas narradoras argentinas Graciela Montes y Ema Wolf obtuvieron ayer el VIII Premio Alfaguara, dotado con 175.000 dólares, por su novela "El turno del escriba". La obra, que insumió a las autoras cinco años de investigación y escritura, recrea el mundo del siglo XIII, desde un calabozo donde se encuentran el escriba Rustichello y el viajero Marco Polo, en la Génova medieval. 

 

Firmada con el seudónimo de Mark Twin, la novela argentina quedó finalista junto con otras seis, entre 649 trabajos literarios que concursaron. Los países que más originales presentaron fueron la Argentina, con 168, y España, con 192, cuyos autores no ganan desde 2000.

 

La escritora y crítica argentina Silvia Hopenhayn, secretaria del jurado que presidió el español José Manuel Caballero Bonald, destacó "la frescura y transparencia" de la escritura de Montes y Wolf, especialistas en literatura infantil y juvenil, al tiempo que destacó que se trata de "dos referentes fundamentales de las letras argentinas". Caballero Bonald puso de relieve que la obra ganadora "es un dechado de valores literarios, un texto de absoluta garantía literaria y digna de considerarse una obra de arte".

 

Desde sus domicilios en el barrio porteño de Belgrano y en la localidad de Vicente López, respectivamente, Montes y Wolf sonaron emocionadas a través del teléfono, durante la teleconferencia de prensa que unió a periodistas de España y América latina, desde las 13, hora local.

 

Cuando más tarde llegaron hasta la sede del Grupo Prisa -al que pertenece el sello Alfaguara- en pleno centro de Buenos Aires, compartieron con los periodistas presentes las humanas y risueñas alternativas de un día inolvidable. Ajenas al fallo del jurado, cuando recibieron sendos llamados desde España, a las 9.30 hora argentina, Ema Wolf había tenido que ducharse con agua fría porque la noche anterior le robaron el medidor de gas. Graciela Montes estaba a punto de conectar el lavarropas.

 

"No es una novela histórica, aunque el piso es histórico. Hemos estudiado como hacía muchos años que no lo hacíamos", dijeron las autoras sobre la obra. Se conocieron en 1983, pese a que habían compartido la Facultad de Filosofía y Letras, una década atrás.

 

Montes y Wolf comenzaron su aventura compartida en un café que, con más azar que razón, se llamaba Marco Polo, en el barrio de Belgrano. Y charla va, charla viene, se preguntaron un día, mientras tomaban cerveza y charlaban sobre el mundillo literario, qué tal si escribían juntas una novela sobre Marco Polo, cuya historia ambas habían leído. La sorpresa fue Rustichello.

 

En 1298, Rustichello de Pisa lleva 14 años prisionero en una cárcel de Génova, la ciudad-estado más fuerte del Mediterráneo. Era un viejo escriba, copista para las casas reales de Europa, cuyo destino cambió cuando a su celda llegó como prisionero el viajero Marco Polo. Mientras el viajero contaba sus aventuras, Rustichello escribía. La novela revela el momento en que el escriba se convierte en escritor.

 

Ni Montes ni Wolf conocen Génova, pero obtuvieron mapas precisos de época, documentación, libros y datos muy valiosos, muchos provistos por el Instituto Italiano de Cultura, y otros, por especialistas diversos que, durante cinco años, fueron contactando por correo electrónico o por teléfono. Así reconstruyeron la Génova pujante del siglo XIII y una época que, como contaron más tarde, "no tuvo nada de oscura" y sí mucho de "vigor y velocidad en los cambios y de complejidad en sus organizaciones".

 

Cada una escribió un capítulo y juntas tuvieron que vencer resistencias mutuas cuando confrontaron las páginas escritas. "Discutimos mucho, pero fue una experiencia fascinante", coincidieron. Sobre "la urdimbre de lo que no se sabe", los huecos infinitos de la realidad, tejieron "la red de la ficción". Coinciden las escritoras que "fue interesante redescubrir la densidad de aquel momento histórico y entrar otra vez en ese mundo. Las cosas volvían a tener varias capas de significación". Durante un año se dedicaron a corregir y reelaborar la novela. La búsqueda de información fue la parte más trabajosa y hallar la voz del narrador, lo más difícil.

 

¿Cuál es la diferencia entre la escritura en soledad y la que se crea entre dos?, preguntó LA NACION a las ganadoras. "No es tan diferente, por lo menos para un escritor que tiene presente a un lector cuando escribe. El proceso es más rico, más complejo y hay más oposición. Si uno se despoja de la vanidad de la escritura, es una especie de payada y una tarea fascinante."

 

Entre el piélago de documentos, libros y artículos que leyeron, Montes y Wolf tuvieron que sumergirse en la economía. "Así descubrimos que la deuda externa se remonta a Génova", dicen con humor. Referentes ineludibles de la literatura juvenil, las autoras esperan que a partir del triunfo de "El turno del escriba", exista "una mirada más desprejuiciada sobre los libros para chicos".

 

La novela, según definen Montes y Wolf, es "una apuesta por la escritura contra la oralidad". Y prefieren no extraer metáforas contemporáneas de una historia anclada en el siglo XIII, aunque admiten que "aquel tiempo dejó marcas que llegan hasta hoy".

 

Sin embargo, hallan un punto que parece no haber cambiado: "El poder estaba en manos de cinco familias. En eso, parece que las cosas siguen igual".

Susana Reinoso

Diario "La Nación"

Buenos Aires, Argentina

 
     

 

     
 

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