La educación, pilar del progreso y la equidad

La instrucción pública fue la palanca que le permitió, en el pasado, a los habitantes de la joven República Argentina adquirir su sentido de pertenencia e identidad social. La escuela se convirtió, desde la Ley 1420 de Educación Pública —dictada tras el Congreso Pedagógico de 1882—, en un mecanismo de socialización de normas, valores y saberes que permitió que personas de muy diferentes procedencias alcanzaran a contar con bases y horizontes comunes. La escuela pública ha sido, entonces, el pilar sobre el cual se nutrió y desarrolló nuestra sociedad. Y esta institución fue tan eficiente que pronto dio frutos en diversos terrenos. Básicamente, posibilitó la formación ciudadana, la capacitación de técnicos, profesionales y científicos; asentó valores y cosechó reconocimientos. La extensión y calidad de la instrucción pública argentina fue valorada en todas las latitudes y alcanzó a ser un motivo de orgullo de los miembros de nuestra sociedad. La educación fue también el resorte que contuvo o alivió los efectos de diversos trastornos económicos. Pero este modelo tradicional entró en crisis en las últimas décadas y la respuesta que se le trató de brindar en 1993, a través de la Ley Federal de Educación, no resolvió los problemas y causó nuevos padecimientos.

La transferencia de escuelas a la jurisdicción provincial no tuvo el debido correlato presupuestario ni tampoco una razonable uniformidad de contenidos. De este modo, no se cumplieron objetivos como la promoción de diversas orientaciones en el polimodal y se generaron gravísimos cuadros de injusticia educativa. La instrucción pública en las zonas más pobres del país perdió su capacidad transformadora y se terminó brindando un servicio educativo también empobrecido. La disparidad de los contenidos que se enseñaban en cada jurisdicción no ha respondido a ningún criterio federal y razonable. Y la postergación salarial de los docentes aumentó la conflictividad y desnudó el relegamiento institucional de la escuela pública.

La educación es un valor frágil que la Argentina ha sabido cultivar muy bien. Por esto, y a pesar del actual deterioro, sus indicadores de escolaridad primaria y secundaria siguen destacándose en la región. Pero si los estudiantes no pueden acceder a libros, si las escuelas carecen de Internet, si los maestros no tienen compromiso con el aprendizaje y la enseñanza, y si el Estado y la sociedad marginan a los recursos humanos mejor formados, el valor de la educación corre el riesgo de quedar marginado en momentos en los que la información y la producción de conocimientos marcan el ritmo del progreso en el mundo.

La Ley de Educación Nacional que acaba de sancionarse tiene, en este contexto, un valor simbólico y programático que debe servir para recomponer el poder igualador y transformador de la instrucción pública. Ha sido dictada a través de un mecanismo participativo que incluyó a todos los actores de la educación, la sociedad y la política; así, la voluntad reformista cuenta con una muy importante cuota de legitimidad.

La nueva disposición formula cambios que deberían comenzar a implementarse el año próximo: extiende la educación obligatoria de 10 a 13 años; regresa a la distinción entre el nivel primario y el secundario; y busca mejorar la enseñanza de un segundo idioma y de las nuevas tecnologías. Por otro lado, señala un aumento del financiamiento educativo y que los docentes trabajen en una sola escuela y se capaciten a través de una carrera docente. Los maestros del siglo XXI deben tener una formación terciaria o universitaria, con actualizaciones permanentes y acceso a las nuevas tecnologías. Pero con salarios de subsistencia, difícilmente puedan trasmitir la importancia que tiene la educación para el progreso personal y social. La Ley de Educación Nacional es expresión de una voluntad de cambio que deberá concretarse mediante pasos destinados a mejorar la calidad de la instrucción pública y a enriquecer el potencial de progreso y de equidad que contiene la educación.

Ante la seria y persistente crisis que presenta la instrucción pública, la sanción de la Ley de Educación Nacional es expresión de una voluntad de cambio. Con responsabilidad y transparencia, las autoridades de las diferentes jurisdicciones deberán promover, acordar, implementar y sostener las reformas capaces de devolverle a la educación todo su potencial igualador y transformador.

 

Extraído del Diario Clarín

17-12-06

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