LECTURA Y ESCRITURA EN LA CIBERCULTURA

El rol de la escuela

No constituye una novedad afirmar que los medios audio-visuales e informáticos –entre tantos factores de otro orden- han contribuido en gran medida con la transformación del vínculo de las nuevas generaciones con la palabra, y, en especial, que han obstaculizado la relación de las mismas con el texto escrito.  El dinamismo de sus productos, su codificación iconográfica, su poder de impacto visual y las posibilidades interactivas que despliegan captan con inmediatez la atención de los más jóvenes y, al mismo tiempo que les permiten incorporar destrezas y aptitudes en relación con el conocimiento operativo, al dominar sus intereses y alejarlos de las prácticas reflexivas de lectura y escritura, entorpecen el desarrollo de la competencia comunicativa centrada en la expresión verbal.  Inclusive, imponen en ésta su estética, que, fundada en la superposición, la fragmentación, la multiplicidad de los puntos de vista, desafía las dos notas definitorias de la escritura: su linealidad y su carácter secuencial.  En el mundo vertiginoso del clip y del videogame, en el que se aparecen nuevas formas de conocimiento y construcción de sentido, el tiempo para la reflexión y el análisis que exigen lectura y escritura asume, para el “videonauta”, la apariencia de una vana eternidad. Al servicio de fines prácticos y funcionales, coherentes con el espíritu de los nuevos tiempos, este personaje de la cibercultura emplazada sobre las ruinas de la cultura de la letra desafía convenciones ortográficas, caligráficas, textuales y discursivas, y evidencia serias dificultades para la lectocomprensión.  Su oralidad  no supera estos registros y, por el contrario, exhibe en profundidad la crisis desatada.  Por otro lado, el placer centrado en la velocidad y el automatismo eclipsa la posibilidad del disfrute con el hábito del ejercicio literario.

Sin embargo, la transmisión del saber y de la información siguen teniendo como canal preponderante el texto escrito; las mismas NTIC revalorizan, como en el caso de la teleconferencia y del hipertexto, las prácticas de lectura, oralidad y escritura.  Por otro lado, el desarrollo de la competencia lingüística se ha tornado imprescindible en orden al desarrollo individual en el ámbito laboral, académico, social. 

Si bien de todo lo expuesto precedentemente surge a las claras que la solución no se inscribe solamente en el plano pedagógico, la escuela, formadora y socializadora, no puede permanecer ajena a estas problemáticas ni a la demanda social que se ha centrado en torno a ellas.

Es necesario que se renueven en su esfera los espacios para la comunión con la palabra, con su arte, con su ciencia y con su magia; es preciso que se multipliquen las instancias de encuentro con su poder comunicador y preservador de la cultura; es imprescindible que se instauren momentos que estimulen el disfrute de los mundos que con ella se construyen y  que permitan el ejercicio del silencio, del diálogo y la escucha, prácticas eclipsadas por el metálico rugir de la electrónica.

  

                                                                    Lic. Marcela Coppa

 

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