EL CONTADOR DE CUENTOS

Carmen Sánchez

Charo Bolívar

En el bosque de los diez sabios, donde todos los secretos del mundo se conocen, se había abierto un gran debate: el último Narrador de Cuentos había muerto después de explicar infinitas historias y ser condecorado en muchos países por su gran trayectoria literaria. Fue el invitado de lujo en muchas galas y su entierro fue tan fastuoso como su vida, aunque solo unos pocos sabían que muchos años atrás había sido bendecido con un gran tesoro: el Saco Mágico de Todas las Palabras Existentes, que pasaba de generación en generación a lo largo de los tiempos.

Cada vez que el último poseedor desaparecía buscaban al nuevo dueño por toda la tierra. Tenía que ser el más afectuoso y sensible contador de cuentos, para que gracias al poder que le otorgaran y sus innatas virtudes, poblase la tierra con las más bellas historias e hiciera más llevadera la vida de todos los seres vivos. 

Los Sabios hablaron, discutieron y rezaron al Señor de los Bosques para que les otorgara el poder de la sabiduría. Después de toda una noche de meditación, se colocaron en una de las cuevas que había en el bosque y entrelazaron sus brazos sobre los hombros haciendo un círculo en torno a una hoguera. Colocaron el saco al lado del fuego y se fundieron en un ritual de cantos e invocaciones. Sus voces subían de tono y sonaban todas al unísono. El crepitar de las llamas ascendía provocando un humo denso que se entremezclaba con la música de sus palabras, y les envolvía de una atmósfera fantástica. Después de un instante, una eternidad para muchos, el Saco Mágico desapareció. Y supieron entonces que su nuevo dueño había sido bendecido con el poder de contar por toda la tierra sus historias. 

En los círculos más altos de los hombres ilustrados era conocido el      poder que se otorgaba cada cierto tiempo a uno de ellos; pero a pesar de que muchos lo esperaban con manifiesta ansiedad, ninguno parecía ser el poseedor de semejante virtud. Nadie había experimentado un cambio en la forma de contar sus historias, por lo que comenzaron a impacientarse.

Los sabios del bosque escucharon las quejas de los hombres virtuosos que, desconcertados, pensaban que algo había salido mal. Fue entonces cuando  decidieron hacer una búsqueda por toda la tierra para encontrar a la persona poseedora del gran tesoro y las águilas que tenían a su cuidado desplegaron sus alas en busca de la fortuna perdida. Al cabo del tiempo le dieron la respuesta: el resplandor mágico del Saco iluminaba la hacienda humilde de un  viejo labrador.

-¿Cómo ha podido llegar a las manos de un pobre hombre? - se preguntaron. 

-¿Qué error tan grave hemos podido cometer? 

-Seguramente nos equivocamos al hacer el hechizo -dijo el Sabio de la Noche confuso, mientras se alisaba su espesa barba blanca.

 -Nunca ha habido errores -sentenció rápidamente el Gran Sabio del Bosque-. Es la ceremonia que se hace desde tiempos remotos; antes que nosotros la hicieron nuestros padres y antes los padres de ellos y así durante siglos y nunca  hubo error.

 El más joven de los iniciados se separó del grupo, se acercó lentamente a una de las águilas que había conocido al viejo labrador.

 -Dime ¿cómo era ese hombre? -le preguntó con voz suave.

 El animal le miró a los ojos, entreabrió el pico un par de veces y le habló en el mismo tono.

 -Es un labrador con el rostro ajado y las manos callosas. Viste ropa desgastada y cava la tierra sin parecer preocuparse de nada más. Su cuerpo  está ligeramente encorvado a causa de todo el trabajo que lleva haciendo a diario durante muchos años. Vive en una casita humilde junto a su mujer que tiene el mismo aspecto que él. No tengo duda de que son gente humilde y poco letrada.

Todos se miraban preocupados sin saber que hacer hasta que el joven Sabio de la Luz dijo que él iría hasta el poblado donde vivía el labrador para conocer algo mas sobre la historia de este hombre. Debían cerciorarse de que el curso tomado era el correcto y que ninguna persona sin conocimientos tuviese el poder que correspondía a los sabios.

Todos asintieron mientras hacía uno de sus conjuros para aparecer en el poblado vestido como un aldeano más. Se paseó por el mercado que desplegaban los campesinos en la plaza del pueblo y comenzó a hacer preguntas sobre el nuevo poseedor del Saco de las Palabras.

-¿Matías? -dijo una mujer esbozando una gran sonrisa-. Es un buen hombre Recuerdo un día hace ya mucho tiempo llovió tanto que nuestras casas se inundaron y nos tuvimos que refugiar en el colegio. Los niños lloraban asustados y entonces él comenzó a explicar maravillosas historias. Los niños se olvidaron de la tormenta y los mayores nos quedamos ensimismados escuchándole. Fue una noche entrañable.

-Sí, usted habla de Matías  -dijo otro aldeano comprendiendo a quien buscaba-. Todo el mundo le quiere, cuando antes del amanecer cogemos nuestros atillos y vamos caminando hacia el  mercado, él nos hace mas corto el camino contándonos sus historias.

El sabio pasó así todo el día escuchando testimonios de sus vecinos, que más que un viejo labrador era para ellos un apreciado contador de cuentos.

Luego decidió visitar a Matías en su vieja casa porque quería ver que efecto había hecho sobre él el Saco Mágico de todas las Palabras. El campesino le recibió con mucho agrado y le ofreció una suculenta comida cocinada a base de verduras recolectadas de su huerto, le enseñó como araba la tierra y lo que esta producía y le explicó todos los caminos por los que pasaba contando sus historias a los niños y a todas las gentes que le quisieran escuchar. Cuando volvía a su casa se sentía feliz por haber visto  sonrisas en los que le escuchaban y daba las gracias por aquel don y hacer dichosos a los demás.

Mientras le escuchaba el sabio se dio cuenta de que Matías había empezado a explicarle una de sus preciosas historias, las palabras se convertían en melodía en sus labios y transformó la pequeña cabaña en un castillo, su perro en el guardián de los secretos y a su vieja mujer en la princesa más bella y entrañable, mientras él fluía en lo etéreo con su voz que ya no era cansada sino embravecida, alerta y tenaz entre las imágenes que el joven Sabio de la Luz vislumbraba.

Le escuchó toda la noche, trepando acantilados rodeados de halcones, surcando mares embravecidos y volando en un cielo límpido con tímidas nubes que escogían la forma a placer, alegrando los ojos cansados y los oídos asustadizos. Hablaba con tal énfasis y felicidad al contar sus cuentos que el sabio se embargó de su alegría y de su tristeza, de su emoción y de cada gesto que la cara rejuvenecida del granjero le hacía llegar entre sus palabras.

El joven sabio salió de su casa al amanecer, centelleando a un sol mortecino que se abría paso en el mismo cielo moteado de nubes. Les contó a sus compañeros con gesto de emoción que el Saco Mágico de todas las Palabras había ido a parar al más entrañable contador de cuentos de la tierra. Algunos no le creyeron, pero tuvieron que admitirlo cuando poco a poco todos los caminos del mundo se llenaron de historias fantásticas y sorprendentes que los padres contaban a sus hijos al anochecer.

©(Registro de obra inédita: Carmen Sánchez- Charo Bolívar

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